Incapaz de pensar en sobrevivir
cuando mi día a día se basa
en tratar de coexistir,
llegando al punto
en el que mi propia existencia
se limita a tu mismísima presencia,
si bien es cierto que cuando no estás,
no existo
y desisto.
Desisto en el acto de buscar respuestas
para preguntas abiertas,
e indispuestas...
a ser contestadas.
Reacia a los sentimientos
y enamorada por vez primera,
no saldría viva de la primavera.
Si apenas soy un ave que acaba de aprender a volar,
no puedo recorrer bosques
en busca de océanos,
mas no le busques el sentido;
sólo palabras que ojalá se perdieran
bajo el anonimato en algún poema.
Y en verdad,
¿qué escuchamos?
Sólo canciones que indagan en la duda,
la duda de lo que es amar,
la certeza de no comprenderlo.
No son flores ni armonías melodiosas,
son espinas y disonancias odiosas,
pero,
curioso es,
lo que me gusta el dolor
y esas notas de un ayer
en absoluto consonante,
sino más bien distante
y tedioso,
y desastroso,
y peligroso,
y confuso,
y tú.
Seguidores del blog.
miércoles, 22 de abril de 2015
Coexistencia.
domingo, 12 de abril de 2015
Triste.
A veces tengo la impresión de ser un fantasma, pero mi respiración me delata. Quizás por eso cometo el error de ser transparente y que se note enseguida que no estoy bien cuando me pasa algo. Sin embargo, tanto tiempo sin estar bien hace que apenas se aprecie. Creo que ese es ahora mi estado de ánimo natural. Me gustaría poder explicarlo con más exactitud, con palabras ricas en significado, con una definición sensible, casi etérea, cargada de emoción, capaz de hacer suspirar y de que se te erice el vello de la piel. Precisamente por eso me desconcierta tanto que me pregunten si estoy triste. Es tan simple como eso: triste. Que estoy triste. No me había parado a pensarlo. ¿De verdad llevo tanto tiempo estando tan triste y sin saberlo?
Igual no estoy triste, y sólo soy una persona fría.
¿Tú qué crees?
Bueno, no me conoces, así que lo dejo a tu elección.
Porque probablemente las dos opciones sean correctas.
martes, 7 de abril de 2015
Odio.
Como gritar en una habitación vacía.
Así podrías definirlo.
Es gritar hacia nada, nadie puede escucharte.
Porque ni si quiera sabes si quieres que lo hagan.
Porque tienes miedo.
¿De qué tienes miedo?
Tienes miedo de convertirte en lo que odiabas.
Tienes miedo de perder aquello que quieres.
Tienes miedo de confundir las estrellas con farolas.
En realidad, no hay tanta diferencia.
Las farolas iluminan la calle oscura;
Las estrellas, el cielo en penumbra.
¿Y a ti?
A ti sólo podía iluminarte un nombre.
O una canción.
Y sin embargo, sólo querías gritar.
En una habitación vacía.
Porque nadie podía escucharte.
Pero con escucharte tú misma bastaba.
Porque eras tú
la que necesitaba oírse a sí misma
a tu voz asustada
y quebrada
y triste
y sola
como la habitación en la que estabas.
En efecto, ahora eres lo que odiabas.
¿Lo mejor?
Que no te arrepientes de nada.