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domingo, 15 de febrero de 2015

Cadencias.

Me estás matando.
Con el efecto de una droga,
que crees que te hace sentir mejor,
Pero en realidad me hace daño.
Me mata.
Me matas.
Pero siempre recaigo porque me he hecho adicta,
y la inmunidad de mis
sentimientos es ya muy baja,
porque cada vez que te veo pasar destruyes
las partículas de mí
que me hacían ser racional.
Y ahora no existe más razón
que la de tu sonrisa,
y el brillo de tus ojos al hablar.
Así nadie puede ser racional.
Dicen que una persona puede completar a otra,
y quizás sea cierto,
pues yo ya no siento,
sino que sentimos,
o te siento a ti.
Te siento como una fina espina clavada en lo más hondo
de un corazón que no se ha roto todavía,
pero que se está quebrando,
y solo unas estrechas fibras soportan la tensión de esos pedacitos aun unidos,
que equivalen a la distancia entre mi piel
y la tuya.
No hables más pues solo escucho música de tus labios,
las arritmias del alma y las síncopas de decir que no
cuando en realidad la parte fuerte es el sí.
Muchas veces preguntan si se puede echar de menos
aquello que no tienes pero anhelas,
y la respuesta es ese "sí" débil del compás de mis intentos fallidos,
porque yo te echo de menos en francés,
pues es que tú
me faltas.
Y, a veces,

       solo quiero
                  que estés
                             aquí.
                               Conmigo.

Como cadencia perfecta final.

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