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domingo, 21 de diciembre de 2014

¿Qué somos?

Cómo apagar la luz
después de un día de oscuridad,
si aunque te vas para iluminar,
dejas un hueco negro.
Buscas un reloj que te avise,
y luego lo destruyes,
porque solo te recuerda que el tiempo huye,
e igual que viene,
se esfuma.
Polvo.
Aire.
Nada.
Corazones en busca de un ritmo
que les haga recuperar el compás de la vida.
¿Qué somos?
Si bien un puñado de recuerdos
almacenados en el fondo de ninguna parte.
O tal vez impotencia y lágrimas rotas,
porque soñar se nos hace caro,
y amar está infravalorado.
Demasiadas canciones vacías,
y demasiadas palabras sin melodía.
Si hemos venido a morir,
¿por qué no hacerlo bien?
El ser humano,
libro pleno de faltas de ortografía,
orquesta desafinada,
café frío en gélida mañana.
Si hemos venido a morir,
¿por qué el desastre nos gana?
Alza el vuelo,
escucha el corazón en mi pecho:
yo ya estoy muerta.
Y, si tenías que morir,
¿por qué no esperar a la primavera?
Cuando el libro se corrigiera,
la orquesta floreciera
y el café no supiera a pena.
Pero hemos venido a morir...
Y caen las hojas del libro,
y saltan las cuerdas del violín,
y el café se derrama.

sábado, 11 de octubre de 2014

When you love someone but it goes to waste.

Es interesante cómo cambian las cosas en apenas medio año, cuando en realidad crees que ya has madurado suficiente, que ya has vivido un montón de cosas y que nada puede afectarte. En mi caso he aprendido que no es cierto, que cada día mi mente se somete a una serie de cuestiones que me hacen mejorar como persona en muchos sentidos. Bien es cierto que tal vez nunca dejemos de estar tristes, pero si de algo me he dado cuenta, aunque suene a tópico, es que hay que dejarlo estar. De nada sirve preocuparse, llorar, ir deprisa por la vida. Necesito aprovechar cada segundo. Es por mi bien.
Últimamente veo las cosas desde otra perspectiva. Quizás estoy empezando a convertirme en una adulta, o simplemente tal vez esté desarrollando un gran sentido común. De cualquier manera, sé que las cosas están cambiando. Porque sí, sigo estando sola y sintiendo frío a mi alrededor pero ya no me importa, porque después de todo, no es tan malo. Puede que esté mejor encerrada en mi mundo, en mi creatividad, abstraída, aislada. Porque así es como, a fin de cuentas, saco lo mejor de mí. Y bien, es ahora cuando quiero explicarme correctamente pero no me salen las palabras. Y por eso estoy escribiendo después de medio año otra vez: porque lo necesito. Porque no, ni yo misma sé lo que siento ni cómo manejarlo, ya mis cuerdas vocales están desgastadas de retener esos gritos, ya mis lágrimas se han consumido. Soy una escritora del romanticismo sin descubrir, o tal vez una bohemia que jamás llegó a ir a París. El caso es que ya ni si quiera me conformo con la oscuridad. Y ojalá, de verdad que ojalá alguien pudiese entenderlo. Porque es como todo: decimos ser unos incomprendidos, pues parece que está de moda, pero, pobrecitos aquellos que de verdad no pueden ser racionales o lógicos, que de verdad no tienen un sitio fijo, un lugar no solo donde quedarse, si no donde también sean bienvenidos.
Y después, en una línea comprendida entre el punto A que viene siendo la felicidad y el punto B que viene siendo la depresión, estoy yo. Obviamente, no estoy deprimida, sino, seguramente no estaría aquí. Pero supongo que es más complejo que eso, ni si quiera estoy segura de los síntomas de la depresión. Solo sé que vago sin rumbo entre palabras, creyendo saber de lo que hablo cuando, en verdad, solo doy vueltas en círculos, volviendo siempre a la principal cuestión que asalta mis pensamientos constantemente: "¿qué estoy haciendo?"
Parece una tontería, pero no sé contestar. No sé si estoy viviendo, si lo hago bien, si lo hago mal, si debería hacer esto, o tal vez aquello. Es normal tener miedo a lo desconocido, lo sé, pero, ¿es normal sentirse tan mal?
En mis arrebatos de inspiración cerca de las dos de la mañana con la lluvia golpeando el cristal como única compañía, me debato entre determinar si de verdad me creo quién soy, o si constantemente interpreto personajes que, según el momento, me favorecen o me hacen daño. Vuelvo a necesitar encontrarme a mí misma, aunque, he de ser clara: por fin tengo un concepto fijo de felicidad. Sí, ha costado bastante, pero, al menos, he aprendido a disfrutar de los buenos momentos. Lo más probable es que no siempre la vida me vaya a estar brindando alegrías, pero, ya que ahora mismo sí se da el caso, pienso aprovecharlo. Miro a la gente y pienso: "míralos, no tienen ni idea, pero hoy puede ser un gran día". Y es tan simple como llevar una sonrisa, aunque sea algo falsa, pintada en la cara. Es algo contradictorio, pero al final te olvidas de tus problemas, pues hay gente que también te dedica una de esas sonrisas. Es tan simple como intentar ser feliz, que al mismo tiempo es muy complejo, y tampoco quiero explicarlo. Es vuestra tarea descubrirlo por vuestra cuenta.
En conclusión, ojalá pudiese darle las gracias a esas personas que, consciente o inconscientemente hacen de mí una persona mejor. No es fácil ser yo. Me gusta que pase el tiempo y vea que voy creciendo, que voy madurando mentalmente, que ya soy más fuerte, que ya sé ser feliz. De verdad, intentadlo. Actualmente, es lo único que puede salvarnos.

viernes, 17 de enero de 2014

Destruyendo partículas de felicidad.

Llegan las noches en las que las lágrimas son ácidas, y ya no me da miedo esconderlas. Porque, en realidad, ya todo da igual, ¿no? Si al final todos derramamos lágrimas, en algún momento de nuestras vidas. Prefiero ir acostumbrándome a los golpes, para luego poder amortiguar mayores daños mejor.
Hoy brilla la luna y el cielo está despejado. Hoy te he sacado una sonrisa, y a ti, y a ti también. Y sin embargo, aquí me tienes, llorándote palabras sin sentido. Hoy quería vivir, y he vivido, observándote, pensándote, echándote de menos. A ti, felicidad. A ti que tantas alegrías me brindas, que llenas mis vacíos, que impregnas el ambiente con tu esencia de buen humor. Hoy te he echado en falta, porque, ¿dónde estás cuando te necesito?
Oh, felicidad, tan compleja eres... Casi tanto como yo misma, permíteme la observación, porque si hay algo que jamás llegaré a entender es mi propio ser.

Qué compleja eres...

Ojalá el mundo fuese consciente de lo fácil que es destruirte. Con violencia, con imágenes, con palabras, con actos. De cualquier forma. Y tú, que eres tan importante en nuestro camino, te desvaneces y vuelves a aparecer constantemente, e, incluso en algunas ocasiones, nunca más regresas. ¿No es eso triste, felicidad?
Pero ellos no se dan cuenta, así que si tanto se empeñan en destruir nuestra felicidad yo me dedicaré a repartirla de nuevo. Puede que alguien algún día necesite un abrazo, una mano amiga que lo ayude a salir de un abismo oscuro, unas palabras amables y, a veces, tan sólo una sonrisa al empezar el día. Y sí, también podría haber decidido destruir su felicidad, pero, ¿por qué molestarse? Si ni si quiera saben valorarte, felicidad. Sería más conveniente que ellos mismos te perdiesen y tuvieran que vivir sin ti. Tal vez no lo soportarían.

Qué compleja eres, felicidad....

Yo solo quiero hacerte saber, seas quien seas, que hablo para quien quiera escuchar, que puedo dar consejos para quien quiera seguirlos y que puedo prestar mi ayuda a quien la necesite. Fundamentalmente, vamos a seguir unas reglas para ser feliz cuya idea principal queda resumida a lo siguiente:
Reparte felicidad y obtendrás la tuya a cambio.
Porque no puede haber algo más gratificante que la sensación de haber hecho algo bien, ¿no? De sentir que gracias a tu propia acción, puedes haber animado a alguien por completo.

¡Qué compleja eres!

Hoy te he sacado una sonrisa. Y a ti, y a ti también. No lo olvides.