"Intentó abandonar aquel lugar perdido en mitad del bosque, en mitad de ninguna parte. Era irónico, aquel lugar era como ella misma:
Perdido.
Pero él agarró su brazo con fuerza una vez más.
-¿Dónde vas?
-No lo sé.
Y era cierto, no lo sabía. Pero sí tenía claro que no quería seguir allí, dejando que el silencio le gritase al oído, que la envidia y la mentira la atormentasen. No con él.
-Pero yo no quiero que te vayas.-dijo él, con dulzura, como si el tiempo nunca hubiese pasado, como si el tiempo nunca los hubiese cambiado.
-Tal vez a mí no me importe lo que tú quieras.
Una vez más, silencio. Él la soltó, la dejó marchar. Pero en lugar de correr, a ella le fallaron las fuerzas, le faltaron las ganas, y rompió a llorar.
-No pasa nada, ¿vale? No llores. Eh, estoy aquí.-Dijo él abrazándola con fuerza.
-No quiero ver las hojas caer, no quiero escuchar el último suspiro del invierno. No quiero oír una sola nota desafinada, no quiero que llegue la tormenta pero a su vez no quiero que deje de llover. No quiero estar aquí.
-No olvides que después de la tormenta siempre llega la calma.
-¿Y que habrá después? ¿Otra tormenta? ¿Siempre será así?
-No... Bueno, sí, puede que después vuelva todo a ser oscuro, pero, ¿qué sería el blanco sin el negro? ¿Habría de verdad un contraste de colores? ¿De emociones?
-No entiendo.
-Es metafórico, princesa.
-La realidad no es metafórica.
-En realidad, sí.
-Pero, ¿cuál será la diferencia la próxima vez? ¿Cómo puedes estar tan seguro de que todo va a ir bien?
-Es simple... La diferencia es que la próxima vez, yo estaré contigo. Aquí estaré esperando. Siempre voy a estar esperando. Recuérdalo."
"Con el silenco gritándole al oído..." *w*
ResponderEliminarEres la mejor. Y me ha encantado esta entrada.
Espero más golpes de inspiración como este. Besos!
Gracias Carmen ^^
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