"Intentó abandonar aquel lugar perdido en mitad del bosque, en mitad de ninguna parte. Era irónico, aquel lugar era como ella misma:
Perdido.
Pero él agarró su brazo con fuerza una vez más.
-¿Dónde vas?
-No lo sé.
Y era cierto, no lo sabía. Pero sí tenía claro que no quería seguir allí, dejando que el silencio le gritase al oído, que la envidia y la mentira la atormentasen. No con él.
-Pero yo no quiero que te vayas.-dijo él, con dulzura, como si el tiempo nunca hubiese pasado, como si el tiempo nunca los hubiese cambiado.
-Tal vez a mí no me importe lo que tú quieras.
Una vez más, silencio. Él la soltó, la dejó marchar. Pero en lugar de correr, a ella le fallaron las fuerzas, le faltaron las ganas, y rompió a llorar.
-No pasa nada, ¿vale? No llores. Eh, estoy aquí.-Dijo él abrazándola con fuerza.
-No quiero ver las hojas caer, no quiero escuchar el último suspiro del invierno. No quiero oír una sola nota desafinada, no quiero que llegue la tormenta pero a su vez no quiero que deje de llover. No quiero estar aquí.
-No olvides que después de la tormenta siempre llega la calma.
-¿Y que habrá después? ¿Otra tormenta? ¿Siempre será así?
-No... Bueno, sí, puede que después vuelva todo a ser oscuro, pero, ¿qué sería el blanco sin el negro? ¿Habría de verdad un contraste de colores? ¿De emociones?
-No entiendo.
-Es metafórico, princesa.
-La realidad no es metafórica.
-En realidad, sí.
-Pero, ¿cuál será la diferencia la próxima vez? ¿Cómo puedes estar tan seguro de que todo va a ir bien?
-Es simple... La diferencia es que la próxima vez, yo estaré contigo. Aquí estaré esperando. Siempre voy a estar esperando. Recuérdalo."
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sábado, 14 de diciembre de 2013
sábado, 7 de diciembre de 2013
We're the wild youth.
Y ahí estaba, en el último vagón del tren, sumida en sus pensamientos y en su profunda agonía, en su dolor. Lloró una vez más, llamando la atención de algún que otro pasajero, pero no despertando gran nivel de curiosidad. Miró por la ventana y suspiró.
"¡Cuando los pájaros son felices, qué fácil es echar a volar! Y si ellos son felices, ¿no puedo serlo yo? ¿No puedo ser un pajarillo, que canta alegre por las mañanas, que decide cuando marcharse y cuando volver, sin que a nadie le importe, sin que nadie note su ausencia?"
No es la ausencia lo que ha de notarse, se dijo, sino la presencia. Porque, ¿de qué serviría que sus seres queridos la echasen de menos cuando ella ya no estuviese? ¿De qué serviría haber vivido para ser recordada en la muerte? ¿No sería mejor ser recordada en vida?
Era un día triste y gris, justo a juego con su personalidad.
Y si notaba esa punzada de dolor en la garganta, notaba esa respiración gélida. Esas lágrima que se acumulaba en su ojos, que sabían amargas. Un grito al viento, como una melodía en el piano, ¿qué más da? Son solo sonidos, que desaparecen con el tiempo. Como los recuerdos, encerrados en una mente alimentada por la rabia.
¿No es aquel el sabor de la felicidad? ¿No lo sientes?
No, solo podía sentir nostalgia. Ambición. Quería volver a sentir ese renacer, esa emoción de descubrir cosas nuevas. Para ella, ya no podía existir nada que pudiese alegrar sus días, nada nuevo que encontrar, nada nuevo que sentir, ni que experimentar.
O, a lo mejor, sí que le quedaba algo por probar: la muerte.
¿No es esa la sensación de curiosidad? ¿No lo sientes?
Porque seguramente era lo único que rondaba por su cabeza: la muerte. Cómo podría ser, qué podría causar. No había miedo, sino deseo. En sus ojos rotos, nada volvía a brillar. Lentamente, lanzó un susurro al alba.
¿Estaba viva, o simplemente respiraba?
Su vida era triste y gris.
Justo a juego con ese último día.
"¡Cuando los pájaros son felices, qué fácil es echar a volar! Y si ellos son felices, ¿no puedo serlo yo? ¿No puedo ser un pajarillo, que canta alegre por las mañanas, que decide cuando marcharse y cuando volver, sin que a nadie le importe, sin que nadie note su ausencia?"
No es la ausencia lo que ha de notarse, se dijo, sino la presencia. Porque, ¿de qué serviría que sus seres queridos la echasen de menos cuando ella ya no estuviese? ¿De qué serviría haber vivido para ser recordada en la muerte? ¿No sería mejor ser recordada en vida?
Era un día triste y gris, justo a juego con su personalidad.
Y si notaba esa punzada de dolor en la garganta, notaba esa respiración gélida. Esas lágrima que se acumulaba en su ojos, que sabían amargas. Un grito al viento, como una melodía en el piano, ¿qué más da? Son solo sonidos, que desaparecen con el tiempo. Como los recuerdos, encerrados en una mente alimentada por la rabia.
¿No es aquel el sabor de la felicidad? ¿No lo sientes?
No, solo podía sentir nostalgia. Ambición. Quería volver a sentir ese renacer, esa emoción de descubrir cosas nuevas. Para ella, ya no podía existir nada que pudiese alegrar sus días, nada nuevo que encontrar, nada nuevo que sentir, ni que experimentar.
O, a lo mejor, sí que le quedaba algo por probar: la muerte.
¿No es esa la sensación de curiosidad? ¿No lo sientes?
Porque seguramente era lo único que rondaba por su cabeza: la muerte. Cómo podría ser, qué podría causar. No había miedo, sino deseo. En sus ojos rotos, nada volvía a brillar. Lentamente, lanzó un susurro al alba.
¿Estaba viva, o simplemente respiraba?
Su vida era triste y gris.
Justo a juego con ese último día.
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